Golpe de timón. España: desde la dimisión de Suárez al 23 - F

Abstract

En términos marineros, un golpe de timón es un cambio de rumbo, pero no de destino. El barco vira hacia otro lugar con el fin de sortear la tempestad, pero a pesar del rodeo, su punto de arribada es el mismo puerto fijado al partir. Como intentaré demostrar, el 23–F no fue un golpe puramente militar y estrictamente franquista que quisiera instaurar en España una nueva dictadura. Su escenificación fue militar y franquista, claro, pero su «placenta» 3 o caldo de cultivo, no. De hecho, en aquella noche tensa, la propuesta de su principal inductor, el general Armada, es presidir un gobierno de concentración política con participación de los principales partidos del arco parlamentario para «reconducir» la democracia durante un tiempo prudencial, hasta que «las aguas se calmen», sin atentar contra la Constitución. Exactamente lo que Tarradellas adelantó al padre de Francesc de Carreras. Porque un «golpe de timón» es como el volantazo del automovilista: un giro brusco para sortear el obstáculo de la carretera, sin abandonarla. El 23–F quiso ser un revulsivo para que la clase política del país enderezara el rumbo de sus declaraciones y actuaciones, con el fin de consolidar la joven democracia surgida de la Transición a través de un gobierno de «salvación nacional». Pero a punto estuvo el «volantazo» de apearnos del camino democrático, porque el revulsivo —por su puesta en práctica— se convirtió en amenaza para la democracia, y no en su medicina salvadora y quizá desesperada.